Carlos Guevara, una vida comprometida con la radio comunitaria

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Por: Equipo de Verifico

10 de abril de 2025 * Colombia

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Es el director de la red de radios comunitarias de Norte de Santander (Radar). Desde niño ha sido un apasionado por la radio y también ha dedicado su trayectoria a la defensa de los derechos de los campesinos.

Si Carlos Guevara tuviera que describirse en tres palabras, elegiría: “sencillez”, “puntualidad” y “sueños”, en plural. “Tremenda pregunta”, responde primero a esta pregunta el hombre de sesenta y seis años, que sigue siendo muy humilde al relatar su vida.


Sin embargo, su vida no es nada ordinaria, todo lo contrario. Aquel que hoy es director de Radar, la red de emisoras comunitarias en Norte de Santander, donde jóvenes, víctimas y campesinos relatan su cotidianidad, ha forjado su compromiso con la radiofonía sin que nada lo predestinara a ello.


“Mi papá no sabía ni leer ni escribir”, contextualiza. “Soy de una familia del campo; mi papá trabajaba como jornalero en fincas de caña, mientras mi mamá cuidaba de nosotros”. Carlos creció en una casa humilde en el municipio de Teorama, en el Catatumbo, junto a diecisiete hermanos y hermanas, de los cuales los dos mayores fallecieron por enfermedades infantiles que hoy en día son prevenibles. “No fue nada fácil”, recuerda con tristeza.


Cuando era niño, asistió a una escuela en la vereda hasta tercer grado, que era lo único disponible. “Una tía quería que me fuera al pueblo para continuar estudiando, pero mi papá necesitaba mi ayuda como hijo mayor”, cuenta. Dejó entonces de estudiar por un momento.


Sin embargo, un día, cuando tenía trece años, mientras estaba con su hermano Jesús en el pueblo, unos sindicalistas repartían cartillas de acción cultural de la escuela radiofónica por el Día del Campesino. Se unieron a ese programa, lo que les permitió seguir estudiando a través de la radio. “Pero teníamos un problema gravísimo: no teníamos radio”, recuerda riendo.


Carlos rememora ese día como uno de los que cambió su vida, pues él y su hermano podían llevar lecturas de la escuela a su padre en casa. “Hasta entonces, sólo le leíamos un librito de historia sagrada que, al terminarlo, volvíamos a leer. Cuando conseguimos las cartillas, eso nos motivó a hacer un esfuerzo económico para conseguir una radio”. Y desde entonces, la radiofonía no quitó su vida. 

“Convertí mis sueños grabados en casetas en emisiones regulares”

A los 14 años, adquirió su primera radio. Junto con su hermano Jesús, convirtieron su casa en una escuela radiofónica no sólo para su familia, sino también para algunos vecinos. Fue así como conocieron a quienes trabajaban en las radios, y Carlos tuvo la oportunidad de cursar el segundo año de bachillerato a través de Radio Nacional de Colombia. 


“El tercero lo comencé tres veces, pero no pude terminarlo porque nos movíamos constantemente de un lugar a otro” debido a la falta de recursos económicos y de tierra propia para cultivar. Además, “mi hermano menor había fallecido en un conflicto de borrachera, y mi padre prefirió que nos fuéramos para evitar cualquier deseo de venganza”, explica recordando los años muy difíciles que siguieron para su familia. 


A pesar de todas las dificultades, Carlos se hizo responsable del noticiero y corresponsal en Teorama de Radio Catatumbo, sin dejar de perseguir el sueño de tener su propia tierra con su familia. “Queríamos algo para cultivar, que nos permitiera no depender de ser jornaleros, porque no me gustaba ver cómo el patrón maltrataba a mi padre”, se indigna. 


Así, en 1975, se involucró junto a su hermano en la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos (Anuc), una organización sin ánimo de lucro que busca integrar a la comunidad campesina para ejercer presión sobre las entidades estatales y lograr el cumplimiento la Reforma Agraria. Para ese entonces estaba vigente la Ley 135 de 1961, que buscaba adjudicarle tierras a campesinos por medio del extinto Incora.


Como resultado de sus esfuerzos y los de su hermano, a los veintidós años, se trasladó con su familia al municipio de Zulia, en Ocaña, donde consiguieron una pequeña parcela para cultivar. “Pero la radio seguía siendo mi pasión”, afirma Carlos con la misma emoción de entonces. 


Algunos años más tarde, mientras trabajaba en el campo, logró que una poderosa emisora de AM en Cúcuta en aquel tiempo, Colmundo Radio, le diera espacio para su programa “Variedades Campesinas”, que duró catorce años y dio voz a líderes ambientales y a la comunidad campesina. Con ese programa, “convertí mis sueños grabados en casetas en emisiones regulares grabadas en estudio”, se enorgullece.


Pero su sueño más grande, el de crear una radio comunitaria, aún no se había realizado. En 1995, participó con amigos en una convocatoria del entonces Ministerio de Comunicaciones para promover las emisoras comunitarias. “Y sólo en 1997, nos llegó una carta diciendo que habíamos sido aprobados”, recuerda con gran emoción. “Nos adjudicamos entonces la tarea de montar e instalar la emisora”, explica el apasionado por la electrónica.


Un año más tarde, el 20 de julio de 1998 a las doce y cuarenta y cinco de la tarde, “la prendimos por primera vez”, recuerda con los ojos llenos de emoción. Desde entonces, ha estado en funcionamiento la emisora comunitaria que hoy se llama Armonía Stereo, concesionada por la Anuc. 


Al mismo tiempo, la zona rural de Norte de Santander estaba gravemente afectada por la violencia, y su hermano Jesús Alirio, quien trabajaba con sindicatos campesinos, fue asesinado por un grupo guerrillero. “En ese momento, me refugié en la radio, dejé de involucrarme tanto en el trabajo del campo, abandoné mi papel como líder campesino, vendí la parcela y me dediqué por completo al trabajo radial”, se recuerda con mucho dolor. 

Pionero de las emisoras comunitarias en Norte de Santander

Mientras las radios comunitarias ganaban fuerza en el departamento, Carlos y sus amigos organizaron una reunión en Pamplona con el apoyo del Ministerio de Comunicaciones para iniciar el proceso de establecer una red de emisoras. Oficialmente, Radar fue creada en el año 2001. “Había 33 emisoras en la asociación, pero el Ministerio archivó los expedientes de siete emisoras, por lo que actualmente hay 26 emisoras activas y otras cuatro en proceso de instalación”, explica quien ahora se dedica por completo a la administración de la red.


A lo largo de su vida, a pesar de haber recibido numerosas amenazas debido a su activismo en el liderazgo campesino y a haber ocupado cargos políticos importantes, como presidente de la Anuc en Norte de Santander y fiscal nacional, Carlos nunca se apartó de lo que siempre lo motivó: la radio y la vida campesina. En 2017, tras la elección de Iván Duque, tuvo que huir de Zulia a Cúcuta con su esposa y sus cuatro hijos después de haber sido señalado como objetivo militar, pero nunca renunció a sus sueños. “Aprendí a autocensurarme para autocuidarme”, explica. 


Lo humano de la radio es lo que le anima a seguir trabajando. “Me siento muy contento cuando logramos ayudar a alguien a través de la radio. Por ejemplo, cuando realizamos campañas para que una señora consiga dónde dormir, o cuando una niña enferma, que la habían expulsado del hospital y estaba acostada en una colchoneta en una casa humilde, pudo recibir atención gracias a nuestras gestiones en el programa de radio”. 


Hoy en día, como director de Radar, Carlos sigue moviéndose a los municipios a pesar de los peligros. Pero siempre recuerda a los que trabajan en las emisoras de “tener mucho cuidado, de usar un lenguaje prudente para no herir a nadie”. 


“Soy un soñador y tengo un sueño: crear un programa radial a nivel nacional en el que podamos contar historias de vida que promuevan una sociedad más justa e igualitaria; quiero que las radios comunitarias se conviertan en una alternativa sólida en la comunicación del país”, concluye Carlos, que forma parte de un grupo que impulsa una ley para fortalecer las radios comunitarias, la cual está siendo trabajada por una comisión en la Cámara de Representantes.


Fotos: archivo personal.

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