Eliana Zafra, un legado de lucha y defensa de los derechos humanos

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Por: Equipo de Verifico

08 de abril de 2025 * Colombia

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Es una lideresa social inspirada por su padre que ha dedicado su vida a la protección de las comunidades más vulnerables en Norte de Santander. Se enfrenta constantemente a los riesgos y las amenazas que conllevan ser defensora de los derechos humanos en Colombia.

Eliana Zafra conoce muy bien los riesgos que vienen con ser defensora de derechos humanos pero dice que la convicción le hace perder el miedo.


“Me han dicho guerrillera, comunista, adoctrinadora. En este país una sabe que sólo por defender los derechos humanos toca cargar con estigmas y ataques violentos”, dice esta abogada de 37 años, que hace parte del equipo de litigio estratégico del capítulo de Norte de Santander del Comité Permanente por la Defensa de los Derechos Humanos (CPDH). 


“Este es mi proyecto de vida y lo voy a cumplir, aunque sea en escenarios de violencia”, afirma con seguridad. 


Cúcuta se ha convertido en una de las ciudades más violentas del país debido al auge de las bandas criminales. En 2023 fue el escenario del mayor número de masacres en el país: cuatro hechos que dejaron 12 víctimas. En 2024 fueron asesinados cinco líderes sociales en el departamento, según el Programa Somos Defensores. 


Tanto Eliana como su organización han sido objeto de agresiones. En 2014, ella fue detenida contra su voluntad en la base militar La Esmeralda por el Ejército Nacional mientras estaba con un líder social del Catatumbo. En 2019, unas personas desconocidas preguntaron por ella en la portería de su casa y unos días después preguntaron si su hija y sus padres tenían una relación con ella. Después, el mismo año, el computador en el que tenía información de su trabajo fue robado. Y hace poco, mientras hacía diligencias, fue perseguida mientras caminaba por las calles de Cúcuta. 


El 7 de abril del año pasado, una compañera de Eliana en CPDH Cúcuta recibió un mensaje por WhatsApp en el que amenazaron con quemar las instalaciones de la organización. Unos días después, cuando asesinaron al líder Jaime Vásquez, otra recibió un mensaje en el que acusaron a la entidad de ser corrupta y específicamente a Eliana de tener tratos con Vásquez para recibir dinero. Por sentir que esas declaraciones pusieron en peligro su integridad, hizo una denuncia ante la Fiscalía. (Leer más en Asesinato de Jaime Vásquez reaviva el miedo entre líderes sociales y periodistas de Cúcuta)


Tanto Eliana como sus compañeros se sienten desprotegidos. “No estamos en los territorios con la misma tranquilidad, ya no es igual que antes. Pero seguimos trabajando”, declara. 

Inspiración de padre

Eliana dice que desde que era niña se sintió inspirada por su padre, quien ha dedicado la mayor parte de su vida al liderazgo social y la veeduría ciudadana. 


Cuando tenía cinco años, sus padres mudaron a la familia de Bogotá a San Cayetano, un pueblo pequeño a 40 minutos de Cúcuta. Pero la extrema pobreza en el pueblo animó al padre de Eliana, Luis Alberto, a tomar un liderazgo político para trabajar en temas sociales. Eliana creció viendo cómo su padre trabajaba para conseguirle empleo a quienes no tenían y logró que un asentamiento de más de 30 familias se convirtiera en un barrio del municipio, hoy llamado San Eduardo, y que allí se instalaran los servicios públicos. 


Luis Alberto dice que siempre que podía, llevaba a sus hijos consigo a trabajar. “Es importante que desde niños empiecen a analizar, a ver la realidad. Así cuando crecen entienden muchas cosas. Cuando Eliana empezó a ejercer su profesión, ya era la persona más idónea para el trabajo”, dice. 


Esos aprendizajes calaron en Eliana, quien, a decir de su padre, desde pequeña era preguntona, pilosa y analítica. “Al ver a mi papá organizando y exigiendo, el liderazgo creció en mí. Es algo como biológico,” dice, y agrega que su hermano menor, Mauricio también tiene el gen de liderazgo, siendo líder sindical en la Unidad Nacional de Protección donde trabaja como escolta de activistas de la Asociación Campesina del Catatumbo (Ascamcat). 


“Ninguno soporta las injusticias”, cuenta. 


Mauricio dice que en San Cayetano los dos hermanos tomaron conciencia del conflicto que existía en su entorno. “Me acuerdo del sonido de los aerosoles cuando nos rayaron la casa. Escribieron ‘sapo’ en las paredes”, dice Mauricio. “Intentaron forzar la puerta, pero afortunadamente no pudieron tumbarla”, finaliza. 


Los victimarios eran miembros de las Autodefensas Unidas de Colombia, específicamente del Frente Fronteras, que era dirigido por alias ‘El Iguano’ y hacía parte del Bloque Catatumbo, el mismo que calcinaba los cuerpos de sus víctimas para evitar el hallazgo de fosas comunes por parte de las autoridades. 


En el 2002 tuvieron que huir de San Cayetano a Cúcuta. “Ser desplazado no es fácil. Hay que iniciar de cero”, cuenta Eliana. Tuvo que adaptarse a vivir en la ciudad, a lo que no estaba acostumbrada. Eliana y Mauricio tuvieron dificultades para entrar a estudiar. Debido a que el ciclo escolar ya había comenzado, no los aceptaron en el colegio público. Su padre les consiguió cupos en el Colegio Cooperativo Canapronort, una institución privada donde Eliana empezó a ejercer su liderazgo. 


Cuando Eliana inició los estudios en Cúcuta notó la desigualdad que había entre su colegio privado y el colegio rural de San Cayetano, lo que le pareció muy injusto. Igual dentro de su propio colegio notó que faltaba apoyo para algunas actividades. “Luchábamos para que se incentivara la cultura, el deporte, las artes. Son apuestas distintas [a las que hace ahora], pero en el marco de la juventud eran importantes para nosotros”, explica. Desde pequeña Eliana asistió a clases de música y danzas, por lo que eran una parte importante de su vida. Debido a las responsabilidades que tiene, ya no puede dedicarle tiempo a las artes. “Ahora sólo puedo bailar en las rumbas”, dice entre risas. 

Inicio de su activismo

Se unió al Consejo Estudiantil, dirigió las movilizaciones de sus compañeros y cuando cursaba grado once se convirtió en personera de la institución. “Fueron los primeros pasos que me ayudaron a comprender cómo funciona el sistema, y eso me gustó. Las distintas barreras a las que me enfrentaba me hicieron entender aún más lo que hacía mi papá”, añade. De ahí en adelante, su vida como lideresa sólo avanzó. 


Cuando se graduó del colegio, Eliana no pudo entrar a la universidad pública porque había pocos cupos y no tenía dinero para pagar una institución privada. Sin embargo, decidió no rendirse pues cree que “estudiar es el acto más revolucionario que podemos hacer los pobres”. Durante cuatro años, Eliana trabajó en la Corporación Rosalba Salcedo, organización dedicada a la formación de danza en Norte de Santander. Así recaudó los fondos para iniciar a estudiar en la Universidad Libre - Seccional Cúcuta.


Eliana siempre quiso estudiar Derecho porque “es una carrera para luchar contra las injusticias de las que he sido testigo toda mi vida, como el desplazamiento de mi papá”, explica. Para ella, ser abogada es ser un instrumento para las comunidades. 

Mientras estudiaba en la universidad, la lideresa entró a la Comisión de Derechos Humanos de la Asociación Colombiana de Estudiantes Universitarios (Aceu). “Defendíamos los derechos humanos en Norte de Santander en pleno apogeo de la Ley de Justicia y Paz, cuando el paramilitarismo estaba muy fuerte”, dice. Con la Aceu inició trabajando en articulación con el CPDH en diplomados, conversatorios y congresos. “Como estudiantes vimos la necesidad de hablar de la violencia que había en el área metropolitana de Cúcuta y el Catatumbo”, cuenta Eliana. 


Cuando se graduó, Eliana entró a la cartera de derechos humanos de Ascamcat. Durante cuatro años fue la abogada que acompañaba a las comunidades del Catatumbo cuando tenían que denunciar violaciones de derechos humanos en el marco del conflicto armado. “Recuerdo con mucho cariño mi proceso formativo allá. Conocí hasta los rincones más escondidos del Catatumbo”, dice con nostalgia. 

“Ella tenía críticas y propuestas claras frente a las luchas campesinas. Eso fue lo que más me pareció interesante”, recuerda Cristian Peña, el compañero sentimental de Eliana. Cristian es un ingeniero agroindustrial de 42 años que ha dedicado su vida al trabajo social con diferentes comunidades, sobre todo las campesinas.  


Se conocieron cuando ella trabajaba con Ascamcat y él con la Federación Nacional Sindical Unitaria Agropecuaria (Fensuagro) en la venta de mercados campesinos en el centro del país. Las asociaciones campesinas de Norte de Santander, incluida en la que trabajaba Eliana, querían implementar los mercados campesinos, por lo que solicitaron ayuda a Fensuagro. Mientras se desarrollaba este proyecto compartieron tiempo y se conocieron entre ellos. 


Después de tres años de noviazgo, decidieron casarse hace seis años. “Tenemos el mismo objetivo y, aunque a veces diferimos en los medios para cumplirlo, los dos queremos aportar a una transformación territorial”, explica Cristian. 


Además de compartir la pasión por las luchas sociales, tienen un proyecto de vida juntos. Tienen una hija de seis años, Silvia a la que quieren criar para que sea una mujer libre. No sólo les importa la educación académica, sino también la cultural, por lo que, aparte del colegio, Silvia asiste a clases de ballet y de música. Y así como Eliana veía a su padre en acción como líder, a Silvia la llevan a los territorios de trabajo de sus padres.


Desde que inició a trabajar con el CPDH en la universidad, Eliana no se ha desligado de la entidad. De hecho, durante más de cuatro años fue su presidenta y representante legal. Hoy sigue viajando constantemente a las regiones para avanzar con litigios, defender víctimas del conflicto armado, atender casos de amenazas a líderes y lideresas sociales y, en particular durante 2024, iniciar un proceso de formalización de tierras para mujeres. 


A pesar de los riesgos que implica esto, la lideresa no parará de luchar contra las violaciones a los derechos humanos de las que es testigo. Por el contrario, planea hacer una maestría en Derecho Internacional Humanitario para llegar a más escenarios de resolución de conflictos. 


Aunque a su esposo, su hermano y su padre les preocupa la seguridad de Eliana, expresan que las causas por las que lucha son más importantes que el miedo. “Las amenazas son la muestra de su buen trabajo como defensora”, asegura su hermano Mauricio.


Eliana piensa igual. “Las convicciones te hacen perder el miedo. Te hacen más fuerte”, declara con seguridad. “Lo que ellos quieren es silenciarnos, yo no me voy a dejar”, finaliza. 

Si conoce algún caso de desinformación y estigmatización contra personas defensoras de derechos humanos, envíelo al correo contacto@verdadabierta.com para ser analizado por el equipo de VERIFICO e incluirlo en su base de datos.

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